
Los barcos mercantes, lo miraban con cariño, y le hicieron un sitio en el pantalán numero 27, el barquito atracó y se quedó unos días, escuchando, estaba impresionado de las bonitas cosas que contaban, de lo importantes que eran todos los barcos que estaban a su lado, de sus compañeros, su compañero de pantalán, un barco que venia de Rusia le contó historias de su madre, era un trasatlántico que había trasladado en más de una ocasión a la familia de los zares, y le contaba las travesuras que los niños hacían en la popa. Como corrían de un lado a otro y el trasatlántico temía que viniera una ola, y los arrastrara. La Madre había pasado tantas tormentas que sabia del poder del mar cuando Neptuno se levantaba de mal humor, podía mandar a una ola a llevarse a esos niños vestidos de blanco.