Un día me suplicaste que te esperara, que cuando llegases querías que yo estuviera en el umbral de la puerta, que te recibiera con una sonrisa, que te abriera la puerta. Me decías con tus ojos que me querias.
Cuando el tiempo pasaba y no llegabas, recordaba esas palabras, te recordaba. Tenía la confianza de que no me mentías.
Ahora ya llegaste, te esperé. Te recibí con una sonrisa en el umbral de la puerta.
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